27 de mayo de
2,014 año del Reinicio
Introducción
La palabra de
Dios nos muestra que para llegar a ser plenamente hijos de Dios tenemos que
pasar por un proceso de liberación. Dice la escritura:
Rom 10:8
Más, ¿qué dice? CERCA DE TI ESTA LA PALABRA, EN TU BOCA Y EN TU CORAZON,
es decir, la palabra de fe que predicamos:
Rom 10:9 que si confiesas con tu boca a Jesús por
Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás
salvo;
Iniciamos
siendo salvos, ahora veamos Juan 1:
Jua 1:12 Pero a todos los que le recibieron, les dio
el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en
su nombre,
Jua 1:13
que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino de Dios.
Cuando creemos
y confesamos a Cristo venimos a ser salvos pero luego tenemos que "llegar
a ser hijos de Dios". Para lograr nuestra liberación como hijos hay 3
pasos indispensables:
1) Morir al
nacimiento de sangre.
2) Morir al
nacimiento de la voluntad de la carne.
3) Morir al
nacimiento de la voluntad del hombre.
LA MUERTE AL NACIMIENTO DE SANGRE
¿A qué se
refiere el nacimiento de la sangre?
Lev 17:11 Porque el alma de todo ser viviente está en
su sangre, y yo les di la sangre para que la lleven al altar para el rescate de
sus almas, pues esta sangre paga la deuda del alma.
El alma
contiene la información genética que recibimos de nuestros ancestros, así cosas
buenas como cosas malas pero que de esta nacimos y necesitamos "derramar
sobre el altar nuestra sangre (herencia ancestral) para poder avanzar a la
perfección como hijos:
Heb 12:4 Porque todavía, en vuestra lucha contra el
pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre;
Cuando te
derramas delante de Dios reconociendo las fallas que heredaste y renuncias a la
tendencia al pecado por la herencia ancestral, caminas hacia la perfección como
hijo de Dios.
¿Cómo
derramamos nuestra sangre?
Sal 79:10 ¿Por qué han de decir las naciones: Dónde
está su Dios? Sea notoria entre las naciones, a nuestra vista, la venganza por
la sangre derramada de tus siervos.
Cuando tú
sirves a Dios estás derramando tu sangre (alma) para ser libre de la mala
herencia ancestral que iba en contra de todo lo que debemos hacer para el
Señor.
Heb 13:20
Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro
Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno,
Heb 13:21 os haga aptos en toda obra buena para hacer
su voluntad, obrando El en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante
Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Cuando
llegamos a Cristo recibimos de su sangre para ser aptos y así servirle
"conforme a su voluntad", ya no a la voluntad de nuestra sangre es
decir como dijeron nuestros antepasados, sino ahora como dice su Palabra. Por
otro lado quedamos con un compromiso (no para salvación) pero sí para buscar la
perfección, porque por nosotros El derramó su sangre y la Biblia dice:
Gén 9:6
El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada,
porque a imagen de Dios hizo El al hombre.
Espiritualmente
hablando necesitamos que otro hombre nos ayude para que nuestra sangre sea
derramada, debido a que la de Jesús por nosotros lo fue, por eso dice la
escritura:
Núm 35:25
“Y la congregación librará al homicida de la mano del vengador de
sangre, y la congregación lo restaurará a la ciudad de refugio a la cual huyó;
y vivirá en ella hasta la muerte del sumo sacerdote que fue ungido con óleo
santo.
Todos
necesitamos de una cobertura, de una iglesia (ciudad de refugio) para poder
derramar nuestra sangre, por eso dice el proverbio:
Pro 27:17
El hierro con hierro se aguza, y el hombre con su prójimo se afina.
Miremos otro:
Deu 12:27 Y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la
sangre, sobre el altar del SEÑOR tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será
derramada sobre el altar del SEÑOR tu Dios, y podrás comer la carne.
Deu 12:28
Escucha con cuidado todas estas palabras que te mando, para que te vaya
bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre, porque estarás haciendo lo
que es bueno y justo delante del SEÑOR tu Dios.
La sangre se
derrama cuando tenemos altar de Dios pero que nos presentamos para hacer un
sacrificio, bajo esta perspectiva es aquello que no es fácil presentar, hacer o
destruir pero que se presenta con el anhelo de que Dios lo haga:
Rom 12:1 Por consiguiente, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio
vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional.
No se trata de
llegar al culto solo por llegar, hay que hacerlo entendiendo a que vamos y
parte de esto es reconocer lo malo que heredamos para poder ser libres, pues
dice la escritura:
1Pe 1:14
Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais
en vuestra ignorancia,
¿Ignorancia de
qué? de que muchos deseos malos nos fueron heredados y por eso sin saberlo
peleamos contra cosas que ahora en Cristo entendemos que son malas pero que al
nacer de nuevo tenemos que destruir porque hemos sido llamados a ser santos:
1Pe 1:15
sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir;
1Pe 1:17
Y si invocáis como Padre a aquel que imparcialmente juzga según la obra
de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación;
1Pe 1:18 sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra
vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como
oro o plata,
1Pe 1:19
sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la
sangre de Cristo.
Quede claro
entonces que en nuestra alma hay cosas malas que primero hay que descubrir y
entender para poder renunciar a estas.
La sangre
justa es derramada:
Mat 23:35
para que recaiga sobre vosotros la culpa de toda la sangre justa
derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de
Zacarías, hijo de Berequías, a quien asesinasteis entre el templo y el altar.
Aquel que
nació de nuevo y que procura vivir como justo empieza a derramar su sangre,
aquí se mencionan dos llamados justos pasando por muchos más que así fueron
llamados, veamos por qué:
Gén 4:4
También Abel, por su parte, trajo de los primogénitos de sus ovejas y de
la grosura de los mismos. Y el SEÑOR miró con agrado a Abel y a su ofrenda,
Gén 4:5
pero a Caín y su ofrenda no miró
con agrado. Y Caín se enojó mucho y su semblante se demudó.
Abel es
llamado justo porque de sus ovejas llevó lo primero y lo mejor a Dios, a
diferencia de Caín que también dio a Dios pero hasta cuando le dio la gana:
Gén 4:3
Y aconteció que al transcurrir el tiempo, Caín trajo al SEÑOR una
ofrenda del fruto de la tierra.
No fue que Caín
no llevara nada al Señor, sí le llevó una ofrenda pero "al transcurrir el
tiempo", es decir no le dio la prioridad a Dios. Para derramar la sangre
hay que aprender a dar a Dios primero.
Luc 1:5
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote llamado
Zacarías, del grupo de Abías, que tenía por mujer una de las hijas de Aarón que
se llamaba Elisabet.
Luc 1:6
Ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en
todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Este justo que
derramó su sangre era sacerdote "que junto con su esposa buscaban y
servían a Dios" intachablemente en todo lo que la Palabra manda.
Mat 26:28
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos
para el perdón de los pecados.
La sangre se
derrama cuando te dispones a hacer un sacrificio para perdonar a otros, lo cual
es una instrucción y condicionante ante Dios:
Luc 11:4
“Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a
todos los que nos deben...
Derramar la
sangre implica renunciar a toda aquella forma de vida que aunque la vimos o
recibimos de nuestros padres estamos dispuestos a que sea quitada de nosotros.
Y entonces
recibiremos su recompensa:
Sal 9:11
Cantad alabanzas al SEÑOR, que mora en Sion; proclamad entre los pueblos
sus proezas.
Sal 9:12 Porque el que pide cuentas de la sangre derramada,
se acuerda de ellos; no olvida el clamor de los afligidos.
Dios se
acuerda y pide cuentas de los que se dispusieron a derramar su sangre para ser
libres, aun teniendo que pasar aflicción con tal de llegar a ser hechos
completamente hijos de Dios.
Pastor Luis
del Cid
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